¿Y ahora qué? El día después de las elecciones de octubre

La sociedad argentina está relajada. Después de un frenesí de sobre información y tensiones a flor de piel, la jornada electoral de octubre trajo consigo un poco de paz transitoria, un tenue aflojamiento de la crispación, mientras todos los protagonistas asimilan los resultados y toman conciencia de una verdad de perogrullo: después de las elecciones la vida sigue.

No hay magia. Las votaciones no curan, son una expresión del estado de ánimo de mayorías circunstanciales. Indican preferencias y otorgan legitimidades fugaces, pero no representan solución alguna. A lo sumo, como en este caso, evitan la inminente implosión de la gestión, aletargan por un tiempo los problemas, y generan un espacio más cómodo de maniobras hacia lo que falta para finalizar el mandato.

Los dramas sociales siguen intactos. La economía sigue en recesión. El dólar sigue contenido, ahora con menos esfuerzo, pero siempre en los topes de la banda cambiaria. La industria nacional agoniza. La Educación y la Salud Pública continúan desfinanciadas. No hay indicios serios de recuperación de la inversión en infraestructura y obra pública. El empleo formal registrado se mantiene en baja desde hace tiempo. La inflación se niega a caer por debajo del 2% mensual, y parece haber encontrado un piso muy difícil de perforar. Las tasas de interés son altísimas y auguran recesión por su impacto en la actividad económica. Los incentivos para importar y viajar al exterior se mantienen firmes y amenazan la sanidad de la cuenta corriente. La cadena de pagos está al rojo vivo, y se incrementa el número de cheques rechazados y la morosidad de la mayoría de los hogares argentinos. Las tarifas de los servicios públicos, combustibles, transporte, expensas y medicamentos le ganan por goleada con sus aumentos a cualquier mejoría salarial que pueda proyectarse en el corto plazo. Hay sectores de la actividad productiva regional con serias señales de alarma que causan angustia y preocupación, como es el caso de la yerba mate, el azúcar o el limón, cuyo precio genera números de quebranto muy preocupantes.

En fin, para muestra basta un botón. Nada ha cambiado en lo esencial después de las elecciones.

Pero sí se advierten muchos cambios formales.

En primer lugar, la combinación entre la injerencia escandalosa del Tesoro norteamericano y la victoria oficialista, ha calmado de momento las aguas bursátiles, y los especuladores están de fiesta, en un mercado que ha obtenido en pocos días ganancias extraordinarias. Los inversores bursátiles tienen la garantía de que seguirá siendo prioridad absoluta para el gobierno el pagarles sus rentas extraordinarias, sin importar el costo social que esto pueda representar. Garantizado el horizonte de cobro, aflojaron por un tiempo las presiones a la fuga de capitales, aunque no del todo, ya que se mantiene al dólar coqueteando con el techo de la banda cambiaria, a pesar de las buenas noticias políticas que se recibieron.

En segundo lugar, prensa y Justicia son los primeros en asumir que el poder de Milei se ha renovado, y, por ende, aflojan un poco las investigaciones judiciales y periodísticas respecto de los casos de corrupción que salpican al propio presidente y sus allegados más cercanos. Al fin y al cabo, si a los votantes mayoritariamente el tema no les importó al momento de emitir el voto, ¿por qué razón jueces y periodistas serían más papistas que el Papa?

En tercer lugar, el resultado electoral es una invitación formal a la traición. Las lealtades partidarias o ideológicas entran en crisis ante la percepción de un poder que durará de mínima dos años más, con expectativas de otros cuatro más por delante. Todo un horizonte cronológico extenso para aguantar en el llano y desprovistos de vituallas. Es por eso que la predisposición de los actores de la política para aceptar con mansedumbre y hasta sumisión las directivas de Milei se han incrementado fuertemente de un día para el otro.

En vano Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner intentarán contener la tropa. La estampida incondicional de parlamentarios del PRO hacia la Libertad Avanza será incontrolable. Macri querrá convencerlos de la importancia de preservar identidad para negociar mejor, pero resultará inútil. Los gobernadores de cuño peronista no le harán asco a las tratativas con el gobierno nacional, algunos con mayor desenfado que otros. Cristina, Presidente del Partido Justicialista, no los podrá frenar ni encolumnar. Las intervenciones distritales han demostrado ser un fracaso estrepitoso. El nonato proyecto de Provincias Unidas, zozobra en un mar de indefiniciones y el naufragio es ya un hecho consumado.

Con este panorama, bastante más alentador en términos políticos que el de los meses precedentes, Milei se apresta a emprender el último bienio de su mandato presidencial.

Por razones de trato social, y del entorno en el que me muevo, he interactuado mucho con personas que votaron por Milei. Advierto en ellos una satisfacción, una sensación de alivio que no llega a ser alegría, y que dista mucho de la euforia. Hay esperanza, pero mucho más débil y tenue que la que percibía un par de años atrás. Lograron disipar los fantasmas de un colapso que los aterrorizaba, y diluyeron las expectativas de un temido retorno del peronismo al poder. Pero en el camino han dejado banderas abandonadas a la vera de la ruta. Ya no hablan de corrupción. Ya no discuten el mal momento económico que se vive, solo piden tiempo y paciencia para corregirlo. Y no confían en los niveles de gestión del gobierno.

Creen mucho más en la magia de la ayuda externa de Trump que en la eficacia de quienes nos gobiernan.

Es un acto de Fe, pero con reservas. Anhelan la fusión Milei-Macri, que le aporte sobriedad y consistencia al primero, sabedores de que padece una inestabilidad emocional inocultable. Y han resuelto de buena gana cerrar ojos y oídos para no ver ni escuchar la representación parlamentaria que votaron, plagada de personajes marginales y disparatados que antaño solían ellos detectar con aguda mirada en las listas peronistas.

Pero de lo que son plenamente conscientes y no niegan, es de que la economía está atravesando un momento muy grave y complicado. Depositan entonces en la reforma laboral y la reforma previsional exageradas expectativas, y piensan que por sí solas contribuirán a volver a hacer arrancar un motor económico que parece haberse quedado sin combustible.

Milei mientras tanto ha iniciado un reformateo de su gabinete. Dos hechos relevantes sucedieron por estos días.

Primero, convocó a los gobernadores. Acudieron estos de buena gana y la foto hizo recordar al olvidado Pacto de Mayo, que paradojalmente se firmó en Junio. Buena foto, efectividades aún no verificadas.

Pero hay dos hechos que me llamaron la atención: a) quienes fueron los convocantes y b) quienes fueron los convocados. En teoría, Guillermo Francos y Lisandro Catalán, los dos funcionarios con mayor diálogo con los gobernadores, fueron los encargados de formular las invitaciones y organizar la reunión. Pero no invitaron a todos. Expresamente se decidió no invitar a los gobernadores de Buenos Aires, Axel Kicillof, de La Rioja, Ricardo Quintela, de Formosa Gildo Insfrán y de Tierra del Fuego, Gustavo Melella.

Las razones para excluirlos de la invitación fueron expuestas por el mismo Milei, quien sostuvo que “si recitaste el catecismo marxista toda tu vida, no se puede”, y añadió “nos juntamos las personas a las que dos más dos les dá cuatro”.

Algunos considerarán estas expresiones como picardía política, a mi juicio representan una tristísima falta de respeto para con las personas de los gobernadores, y, peor aún, para con la de las provincias que estos representan.

Pero lo más significativo de esta exclusión es que implica el mantenimiento de una línea de conducta presidencial. No quiere dialogar, quiere imponer, y no acepta otra voz que no sea la propia, o, por supuesto, la de su jefe, Donald Trump.

La segunda foto postelectoral que había que sacarse con urgencia (al parecer desde Estados Unidos y el FMI la exigían de inmediato), era con Mauricio Macri.

El ex Presidente, con ingenuidad y lleno de optimismo concurrió a la cita. Pero Milei no pudo con su genio, y le aplicó un par de azotes que lo dejaron mal parado y de muy mal humor. Al parecer lo habían convocado para exigirle pleitesía, no para invitarlo al banquete y a la mesa de decisiones. En medio del encuentro recibió la noticia del brusco desplazamiento de Francos y Catalán y el meteórico ascenso de Adorni, el mismo que había sido el ariete principal de la ofensiva libertaria contra el PRO en las elecciones de CABA. En sus narices le refregaron esta circunstancia.

La jugada salió perfecta. Macri se transformó en el hazmerreír y los memes plasmaron su vergüenza. Los dialoguistas Francos y Catalán, impulsores de la primera foto, expulsados del paraíso, y el versátil Santilli fue encumbrado al Ministerio del Interior. Con torpeza Macri destiló veneno contra la designación de Adorni, lo hizo en forma pública, y formuló tibios apoyos a un Santilli que desde hace rato largo ya que no le pertenece.

Patricia Bullrich será la encargada, junto a Santilli, del reclutamiento y absorción definitiva del PRO, que parece incapaz en el futuro de aspirar siquiera a retener el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Llama poderosamente la atención la ingenuidad de Macri de creer que iba a ser tratado como un par. Para noquearlo no tuvieron ni siquiera necesidad de subirlo al ring.

Dos líneas argumentales viene desarrollando este texto: La primera es que la realidad dura no ha cambiado y los problemas subsisten con toda su delicada gravedad, y la segunda, es que el poderío político de Milei ha recibido un espaldarazo importante que configura un nuevo escenario con señales de desaparición del PRO y Provincias Unidas, y una preocupante dispersión del peronismo.

¿Y ahora qué?, me pregunta un amigo, ex Intendente de un municipio de la provincia de Buenos Aires.

Pues ahora ellos a gobernar, y la oposición a reconstituirse y rearmarse para conformar un esquema político con posibilidades reales de victoria electoral en el 2027.

Una respuesta concisa, obvia, pero que requiere una aclaración básica.

Si el gobierno no cambia sus modos y el sentido de su programa económico, inevitablemente colapsará. Debe dialogar en serio, sin exclusiones, y construir consensos que serán siempre los posibles, y por lo tanto, restringidos. Pero, por sobre todas las cosas, debe poner el foco de su atención prioritaria en la economía real, si no lo hace pronto, preveo un agravamiento serio de la crisis que vivimos.

El programa económico fracasó, y solo la intervención estadounidense (jamás vista en circunstancias anteriores) evitó que se cayera toda la estantería. Eso lo sabe Milei, y lo sabe el círculo rojo. Si no hacen algo, los problemas persistirán.

Como verán, es casi una línea argumental recurrente en mi pensamiento la necesariedad de la construcción de consensos básicos. Y si se los exijo permanentemente al oficialismo, con mayor urgencia y premura se los peticiono a la oposición.

El éxito político formidable del kirchnerismo permitió consolidar un poder nacional que se ha ejercido en 16 de los últimos 22 años.

Pero esto trajo como contrapartida un anquilosamiento de la estructura, un fundamentalismo pétreo que negó el debate interno. En lugar de ampliar la base de sustentación política, característica esencial de un movimiento, se propició un achicamiento que garantiza pureza pero que aniquila el crecimiento. En un artículo reciente aduje que hoy el peronismo padece un profundo agotamiento “proposicional”. Se ha ido achicando geográfica y conceptualmente. Nadie se anima a salir de sus propios confines. Si quiere ser alternativa competitiva electoral tendrá que buscar un mensaje del que hoy carece.

Para ello hay que abrirse al diálogo fluido con aquellos que piensan diferente pero que tienen valores análogos. De nada sirve en política una puridad que autolimita las posibilidades de expansión de un ideario.

Y además hay que aprender a diversificar los mensajes. En estos tiempos digitales los conceptos llegan etiquetados y personalizados. Lo general debe ceder espacio a lo particular. Cada sector, cada individuo quiere ser abordado de una manera diferente. Y la oposición no ha logrado todavía conectar los puntos que permiten el acceso al individuo, y tampoco a los sectores.

Por ejemplo, uno de los motores que inspiran todos los movimientos políticos es la juventud. Allí están los componentes emocionales que promueven los cambios. La rebeldía anida en sus genes y quieren cambiar el mundo que nos rodea. Son inconformistas por naturaleza. Pues bien, el peronismo no tiene nada que decirle a estos jóvenes que encontraron canalización de su ímpetu disruptivo en las excentricidades libertarias.

Es por eso que descreo que la respuesta venga de la dirigencia, inclusive reconociendo la experiencia y sapiencia política de muchos de los dirigentes. Ha de ser un transgresor, con todos los riesgos que esto implica, quien encarne la necesaria reacción que todo accionar genera. Plagiando un texto que leyera hace poco, pareciera que la vieja política sigue sin entender que los jóvenes no quieren mejores gestores para el sistema, sino un héroe que le prometa uno nuevo.

Quizás el “Milei” progresista se encuentre en proceso actual de incubación. La reciente elección de alcalde de Nueva York, con un hombre joven, nacido en Uganda, musulmán, y autoproclamado socialista democrático, nos indica que lo disruptivo ha llegado para quedarse.

De una u otra manera, la oposición para tener posibilidades de éxito, tendrá que reinventarse.

¿Y ahora qué? , vuelve a interrogarme con tristeza mi amigo.

Pues cada uno a lo suyo, a hacer lo que más sabe, a intentar reforzar el pensamiento crítico, ese esquema de razonamiento que ha sido objeto de un despiadado ataque cibernético, interesado solo en consagrar una polarización que será siempre propicia a la defensa de los grandes intereses de los ciber-tecnócratas.

Hay que recuperar el contacto físico con los votantes. Ver sus padecimientos y preocupaciones desde cerca, y buscar soluciones novedosas, modernas y fáciles de comunicar para difundirlas con eficacia.

Aunque cueste trabajo, habrá que insistir hasta el hartazgo en sostener que la finalidad que hace de la política el arte más noble, es la construcción de una sociedad armónica que garantice la paz y la equidad para sus ciudadanos. Habrá que explicar que la exclusión es mala, que la meritocracia discutible, y que la solidaridad social y la empatía son valores innegociables.

El mundo ha cambiado, y lo ha hecho con un vértigo que desafía todas las estructuras vigentes. Pensar con parámetros caducos es pecar de irrealismo conceptual. Y el andamiaje político tradicional se ha resquebrajado al extremo de permitir que los marginales ganen elecciones y se apoderen de los gobiernos. No sucede solo en Argentina, es un fenómeno global.

En lo personal pienso intentar desde mi insignificancia, adaptarme a la modernidad. Habrá que ingresar a regañadientes al mundo de las redes, de lo visual y expeditivo, condensar argumentos y recurrir a las modernas herramientas de comunicación para que sirvan de vehículo amplificador de nuestras ideas.

No me resigno a contemplar impávido un mundo que se desliza hacia una alienación de la objetividad racional, donde la descalificación del otro ha reemplazado la discusión de ideas. No me gusta una sociedad donde no se intenta entender, y luego compartir o discutir el pensamiento ajeno, donde no existe la contraargumentación, y se consagre el insulto como elemento triunfante para poner punto final a toda deliberación.

No quiero que mi país se desentienda de los que menos tienen, mi esencia cristiana y solidaria no puede admitir sin resistencia estos esquemas vigentes que priorizan el egoísmo y mutilan la empatía.

Es por eso que he empezado con paciencia, a construir mi propia trinchera, para defender aquellas cosas en las que mi esquema de valores morales sirven de cimientos a mi perspectiva de la existencia.

No hay peor batalla que la que no se libra. Y no hay mayor desazón que la desesperanza. Por eso creo que, en lugar de imputar culpas por doquier, al electorado, a las estrategias, a los candidatos, a los intereses creados, al colonialismo, o a cualquier otro al que le podamos endilgar responsabilidades por el actual estado de cosas, lo que tenemos que hacer, en lugar de preocuparnos, es ocuparnos.

Si nos ocupamos de ensanchar el horizonte, comunicar mejor, revalorizar la solidaridad social como elemento distintivo de una sociedad equitativa, quizás la sumatoria de esfuerzos individuales como este, vayan logrando de a poco crear una corriente de opinión virtuosa que nos rescate de la crispación que nos divide.

¡Quiera Dios que así sea!

Buenos Aires, Noviembre 6 del 2025

Sisto Terán Nougués

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